La moda slow habla de un buen diseño con una gran fase de reflexión, que pasa por un estudio de la comodidad y la funcionalidad y procesos de producción controlados. Como consecuencia, el resultado son prendas originales, casi únicas, piezas de autor.
¡Cómo nos gusta ponernos esos pantalones que nos sientan tan bien y son taaaaan cómodos que hasta dormirías con ellos! Pero para que esto pase tienen que estar bien confeccionados, bien pensados.
Esta relación de afecto y de felicidad al llevar una prenda es intencionada en el slow, buscar el bienestar de la persona, que lleva un pantalón, que vive en una casa, que come un plato de comida casera. Que lo que nos rodee nos haga la vida más sencilla y más feliz.
Además de ese buen diseño, las materias primas que se usan en la mayoría son naturales o al menos no contaminantes en sus procesos de fabricación. Prendas que no dañan al medio ambiente. Por ejemplo, vaqueros con tintes naturales y desgastados artesanales sin químicos.
Esto se completa con que suelen fabricarse a escala local, de forma artesanal, y respetando los derechos de los trabajadores, culminando este proceso ecológico y social.
La filosofía slow sugiere tener menos prendas, pero de mayor calidad, lo que las hace más durables. Otra vez la relación con la ecología, menos prendas más durables igual a menos desechos.
También tiene que ver con la relación que se genera entre la persona y su ropa. ¿No os ha pasado alguna vez que os encanta ese jersey y de repente un día sin avisar, descubres que le ha salido la primera bolinga? ¡Mayday mayday, Houston tenemos un problema! Empiezas a restringir su uso a ocasiones especiales y buscas desesperadamente por todas las tiendas uno igual, pero sin éxito y… un día llega tu madre y te dice ¿pero dónde vas con ese jersey zarrapastroso? Y tú quieres llorar y te engañas a ti mismo…pero si aún no está tan mal ¿no?
Pues bien, ¡la moda slow ha venido para salvarnos de esto! Uno por su durabilidad y dos por el siguiente gran punto….
La atemporalidad: